Hermanos y Hermanas:
Nos hemos reunido en esta tarde, en la fiesta de CORPUS, para celebrar el don de la Eucaristía, adorarla y vivirla.
En esta solemne y festiva Eucaristía, congregados como Iglesia diocesana, hacemos oración por el Papa Benedicto XVI, ya que el día 29 del presente va a cumplir 60 años de vida sacerdotal.
También pedimos por nuestro seminario y las vocaciones sacerdotales, en el Año Jubilar, por sus 50 años a celebrarse el próximo 18 de Octubre.
Queremos prepararnos a la celebración del Quinto Congreso Eucarístico Nacional, que se va a celebrar en la ciudad de Tijuana en el mes de Octubre con el tema: La Eucaristía mesa fraterna para la reconciliación y la paz.
El Señor alimenta a su pueblo y le da de beber para que viva y no muera. Esta es la música de fondo que resuena en todas las lecturas de hoy. El Deutoronomio nos recuerda cómo, al salir de Egipto, Dios alimentó a Israel mientras atravesaba el desierto, nutriéndolo con el maná y saciando su sed con el agua que brotó de la roca.
El evangelio corresponde al capítulo sexto del evangelista san Juan, en donde después de presentarnos el relato de la multiplicación de los panes, como figura y anticipo de la Eucaristía, nos ofrece un discurso eucarístico pronunciado por el mismo Jesucristo, en el que se revela como el Pan verdadero, el único Pan de vida que se da como alimento para que el mundo tenga vida. Es verdadero Pan para los que en El creen y verdadero Pan para quienes lo reciben y lo comen en la Eucaristía. Su carne y su sangre son el auténtico alimento que da la vida verdadera.
San Pablo en la Carta primera a los Corintios nos menciona las consecuencias comunitarias que se derivan de la participación en la mesa del Señor Jesús. Es decir, después de la celebración Eucarística ya no podemos vivir desunidos.
Vale la pena recordar el texto de la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis del Papa Benedicto XVI, que describe en una hermosa síntesis esta riqueza extraordinaria de la eucaristía: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). Con estas palabras el Señor revela el verdadero sentido del don de su propia vida por todos los hombres y nos muestran también la íntima compasión que Él tiene por cada persona. En efecto, los Evangelios nos narran muchas veces los sentimientos de Jesús por los hombres, de modo especial por los que sufren y los pecadores (cf. Mt 20,34; Mc 6,54; Lc 9,41).
Mediante un sentimiento profundamente humano, Él expresa la intención salvadora de Dios para todos los hombres, a fin de que lleguen a la vida verdadera. Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de su propia vida que Jesús hizo en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo, que “consiste precisamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto solo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo”. De ese modo, en las personas que encuentro reconozco a hermanos y hermanas por los que el Señor ha dado su vida amándolos “hasta el extremo” (Jn 13,1). Por consiguiente, nuestras comunidades, cuando celebran la Eucaristía, han de ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. Pensando en la multiplicación de los panes y los peces, hemos de reconocer que Cristo sigue exhortando también hoy a sus discípulos a comprometerse en primera persona: “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo”. (no.88)
Teniendo en cuenta que la Eucaristía es mesa fraterna para la reconciliación y la paz, nos da a Jesús, Pan de vida, en quien encontramos la paz y el fundamento de nuestra esperanza, los Obispo de México en su reciente Exhortación Pastoral llamada “Que en Cristo, nuestra Paz, México tenga vida digna” hacen un diagnóstico muy certero y a la vez muy alarmante sobre la realidad que vive hoy nuestra patria y ante esta crítica situación subrayan el dinamismo y el compromiso de reconciliación y de paz que comporta el misterio eucarístico.
Dicen los Obispos: “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida eclesial y proyecto de solidaridad para toda la humanidad, actualiza en todos los discípulos misioneros de Jesucristo la vocación y misión de ser artífices de paz. En efecto, quien participa en la Eucaristía de manera activa, consciente y responsable, “aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida”. En medio de las situaciones de violencia los cristianos somos interpelados “a vivir la Eucaristía como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres que, en los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos de diálogo y comunión”. (no.153)
Por ello, los Obispos de México no dudan en afirmar que la Eucaristía es el sacramento de la paz. “La Eucaristía, es sacramento de paz. En ella somos perdonados y santificados y Jesús mismo nos hace testigos de la compasión de Dios por la humanidad.
Aquí tiene su fuente el servicio de la caridad para con el prójimo, que nos mueve a amar, en Dios y con Dios, incluso a las personas que no conocemos o no nos simpatizan, pues el encuentro íntimo con Él ilumina la mirada y permite descubrir en ellas, hermanos y hermanas por quienes ha dado su vida el Señor”. (no.160)
Hermanos y hermanas, que esta fiesta de Corpus en donde estamos celebrando y adorando la Eucaristía, nos conceda a nosotros un espíritu fuerte y a la vez nueva vitalidad para estar siempre disponibles a la voz del Espíritu Santo, que nos habla a través de los signos de los tiempos y nos pide ahora una verdadera renovación pastoral en nuestra diócesis.
Precisamente los Obispos de México en la misma Exhortación pastoral nos dicen que para superar la crisis de inseguridad y violencia es necesaria la renovación de los mexicanos. “México será nuevo sólo si nosotros nos renovamos”. (no. 189)
Entre varios compromisos pastorales, los obispos nos piden “renovar nuestras parroquias, reformular sus estructuras para que en el espíritu de Misión Continental, sean una red de grupos y comunidades, capaces de articularse, en donde sus miembros vivan en comunión como discípulos y misioneros de Jesucristo. El Pan de la Palabra y de la Eucaristía y el servicio de la Caridad impulsa a los miembros de la comunidad parroquial a dar frutos permanentes de reconciliación y justicia para la vida del mundo. (no. 197 a)
Finalmente les pido que la oración de todos nosotros, en esta celebración y los días siguientes, ya sea en nuestras iglesias como en nuestras familias, sea pedirle al Señor Jesús por intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe, que nos libre de todos los males y nos otorgue la paz que necesitamos en nuestros días y a la vez nos conceda la lluvia necesaria y conveniente para nuestros campos y pueblos laguneros.
Digamos juntos esta breve oración:
SEÑOR JESUS, DANOS AGUA Y CONCEDENOS LA PAZ.
SEÑOR JESUS, DANOS AGUA Y CONCEDENOS LA PAZ.
SEÑOR JESUS, DANOS AGUA Y CONCEDENOS LA PAZ.
Torreón, Coah. 23 de junio de 2011
MONS. JOSE GUADALUPE GALVAN GALINDO
Obispo de Torreón